a Octavio Getino
León, Castilla y León, España. 3 de Marzo de 2011.
Director de El familiar (1975);
Coautor de Perón: La Revolución Justicialista, Perón: Actualización
política y doctrinaria para la toma del poder (1971); La hora de los
hornos: Notas y testimonios sobre el neocolonialismo, la violencia y la
liberación (1968); Argentina, mayo de 1969: Los caminos de la liberación
(1969); entre otras.
Filmo, o he filmado cuando me
tocó hacerlo, con la misma vocación personal con que hice o hago otras
cosas en la vida, simplemente para expresar a través de imágenes en
movimiento mis ideas, sentimientos y sueños, para que la realidad que me
toca –y nos toca– vivir, cambie, y el cambio sea para mejor y para
todos. Incluyendo en esto los propios recursos comunicacionales y
expresivos (contenidos, estéticas y técnicas) que uno pueda utilizar en
cada caso.
Cuando he filmado,
como cuando he participado de otras actividades en la cultura y los
medios, estuve guiado siempre por la idea que para crear situaciones
nuevas y superiores en la realidad –cambiarla en suma– uno debe acudir
sin duda a las viejas o no tan viejas herramientas, pero con el
propósito de contribuir a su reformulación crítica o a inventar otras
nuevas que estén a la altura de lo que se pretende. Y esto también será
distinto según el tiempo, el territorio y los destinatarios de cada uno
de nuestras obras. De cualquier modo, el cómo nos expresamos, las formas
que utilicemos para ello, es cada vez más el qué de lo que cada uno se
propone. Lo demás pueden ser buenas intenciones, pero las más de las
veces, ellas resultan accesorias y prescindibles.
Cabe
agregar también que el hecho de filmar para proyectar en los demás lo
que uno ha filmado, no es, o al menos no lo ha sido nunca en mi caso, un
acto autista, sino un desafío comunicacional –tentativamente de
carácter social y popular–, en el que el otro o los otros, es decir los
destinatarios o usuarios de mi obra, puedan sentirse involucrados.
Involucrados, a la vez que tensionados, porque lo que uno ha intentado
siempre en las pocas cosas que ha producido, no es tanto convalidar
pasivamente las demandas explícitas del espectador, sino aquellas otras,
a menudo inconscientes o poco claras, para que algo cambie en aquel
–siempre para mejor, sea en sus ideas, sentimientos o sueños– cuando la
película concluye. Porque es también una manera de que la película se
continúe y se resignifique a través de los demás.
Sin
olvidar nunca que, a fin de cuentas, un autor, un cineasta o un
comunicador social simplemente propone a partir de lo que ha extraído y
reelaborado de su realidad –la que le es personal y propia y la que ha
internalizado a partir de sus semejantes–, pero es siempre el espectador
o el usuario el que dispone sobre el sentido y valor de cada propuesta
de acuerdo con el universo de las experiencias socioculturales de cada
uno. Aquellas que, desde un elemental sentido social y ético se intentan
ampliar con un film, devolviéndoles a los demás algo de lo que ellos
nos han entregado –a menudo “sin querer queriendo”– pero enriquecido con
el valor agregado que, como autores, intentamos aportar desde nuestras
particulares miradas.
Subrayo este ultimo párrafo ya que es la parte donde más me llega la
entrevista, donde digo puta madre cuanta razón, cuan cierto es que el autor
hace de su obra las experiencias de su propia vida y las transforma en lo que
sabe hacer en su destreza para ser visto , y valorado desde todas las perspectivas
tantas como las formas de vida o muerte, del espectador. Que después de todo es
el que siempre tiene la mirada puesta en la obra.
Pero lo que quizá yo hubiese agregado es la confusión que se produce
cuando no se puede separar la obra del artista, porque pese a ser uno, el
limite, la línea divisoria esta. El problema aparecerá cuando eso no se
entienda.