sábado, 14 de julio de 2012

Sí, es por el pan que peleamos, pero también peleamos por rosas! (James Oppenheim, 1911)


Tengo el síndrome de Estocolmo, con tu
corazón como secuestrador y mis latidos como
víctima, deje que me atacaras justo cuando
me estaba sintiendo goleada hasta por
Corea del Norte.
Hoy te cuido el sueño  como tenor a su voz,
y te regalo días de pan y rosas para
que recuerdes una hermosa revolución
de amor.
Te escucho cantar y me causa la misma sensación
de ovación que me causa la sinfónica de Serrat; no
voy a escapar es hora de arriesgar, no hay recompensas
ni devoluciones solo la armonía de crecer de a dos
solo un sol que brilla para los dos.